Las primeras veces que Natalie se
fue, su madre abogo ante su padre para que la perdonara y la dejara volver a su
casa, a lo que el padre por las lágrimas de su esposa accedió; pero esta vez fue
demasiado lejos.
Ya habían pasado días y todos
trataban de llevar su vida de lo más normal, entonces Logan el hermano de
Natalie entro al cuarto de su mamá y la encontró llorando, sus lágrimas estaban
cargados de un pesar en el corazón, fue a abrazar a su madre para
tranquilizarla, Logan le decía:
- Mamá ya no llores, ella es mayor y sabe lo
que hace.
Su madre, lleno de lágrimas le
respondió:
- ¡No puedo! ¡No puedo! ¡No puedo!, me duele el
corazón.
Estas fueron las palabras de la
madre.
A pesar que Natalie había actuado de
forma incorrecta, el amor de la madre ante la ausencia de su hija sobrepasaba
todo entendimiento a tal punto de perdonarla si volvería a su casa.
Si el corazón de la madre de Natalie
estaba tan dolido a tal punto de perdonarla si volvería, ahora imagínese como
será el amor y la misericordia de Dios, que aunque le hayamos fallado, sin importarle
la falta o pecado, esta dispuesto a perdonarnos.
A Dios le duele que hayamos fallado,
pero lo que le lastima mucho más es que nos alejemos de Él.
Si Dios ya nos ha perdonado, quizá
debemos de aprender a perdonarnos a nosotros mismos.
Leer: Salmos 103:17
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