El pastor, lleno de heridas en el
alma y corazón, lloraba detrás de su iglesia, y entre sollozos decía:
- Me voy de la obra
Repetía una y otra vez estas
palabras, por momentos parecía que el dolor se hacía más grande e
incontrolable, pero su dolor parecía tener sentido porque sus compañeros de
milicia le habían engañado, y no solo eso sino que hicieron daño a su familia;
ese era el dolor que el pastor no podía soportar, que hayan dañado a su
esposa e hijos.
Mientras lloraba, ya decidido a dejar
la obra de Dios y renunciar al ministerio, se puso de pie y mientras levantaba
su rostro lleno de lágrimas, un ángel se le apareció.
El pastor entre lágrimas
apenas podía creerlo cuando el ángel en palabras de amor le dio ánimos para que
continuara en la obra, esta experiencia reconforto el corazón del pastor.
Muchas veces
Dios nos lleva al límite de nuestras emociones para probar nuestro corazón,
pero ahí, en ese límite, cuando le hayamos dado todo de nosotros y ya no
tengamos nada más que dar, es entonces y solo entonces cuando Dios obra.
¡AUNQUE
NOSOTROS SEAMOS INFIELES, ÉL PERMANECE FIEL!
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